EL CUARTO CENTENARIO
En la fotografía; El Presidente de
Una tarde calurosa de febrero del año 67 desde un cielo sin nubes comenzó a caer una lluvia de paracaídas. Eran los días de celebrar el cuarto centenario, y nunca antes sobre los cielos de la ciudad, casi siempre sucios de nubes achubascadas, se vio gente caer desde los cielos.
Para muchos ancianos fue una señal de nuevos trastornos telúricos, y se persignaron asustados. Pero los niños corrieron colina abajo por la calle Portales o la cuesta sucia, corriendo cruzaron un viejo puente de madera, subieron la pedregosa cuesta de Gamboa, apurados, ansiosos para ver de cerquita, y mirar los aviones de los “Cóndores de Plata” que hacen acrobacias en los cielos, encima de la cancha de aviación. Ese mismo largo y plano espacio, rodeado de amarillentos espinillos florecidos, donde se hacen carreras de caballos ahora está lleno de aviones que corren por la cancha de aviación y empujados por un viento de truenos suben al cielo donde se dan vuelta de carnero, vuelan al revés o caen girando cielo abajo como si estuvieran haciendo “wuì” en la ladera de un cerro.
Ese fue un buen año, hasta llegó el Presidente de
En
En la tarde de un viernes y después un domingo, de ese mismo mes, una multitud repletó el estadio municipal las dos veces que se presentó el Cuadro Verde de Carabineros con sus caballos amaestrados y sus hábiles jinetes que hacían espectaculares acrobacias. Los habitantes de la rural ciudad cuatro veces centenaria no podían salir de su asombro, y creer que en el mundo pudieran acontecer tantas maravillas.
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