El río Gamboa originariamente parece se llamaba Quiquilhue y cerca de su desembocadura existió un sitio arqueológico, lugar de asentamiento de indios Chonos, así lo demostraba un conchal explorado en los años 70, y que hoy permanece bajo las casas del antiguo sector matadero. En su corriente este río debió arrastrar arenas auríferas porque en tiempos muy antiguos en sus riberas se instaló un lavadero de oro encomendado a doña Inés de Bazan, heroína jamás reconocida que ayudó a rescatar la recién fundada ciudad de los piratas holandeses. Una historia negra parece esconder esa hazaña, dicen los copuchentos opinológos de la historia que doña Inés primero fue amante del corsario Baltasar Cordes, y después por despecho en una segunda traición mojó la cuerda mecha de los cañones holandeses, y sufrió el suplicio por ayudar a sus coterráneos a rescatar la ciudad luego por haber traicionado a los que después ayudó fue enjuiciada por el Tribunal del Santo Oficio, vaya uno a saber como se cocinaban habas en aquellos tiempos.
Pero el río Gamboa afantasma misterios menos trágicos, en sus orillas está la salida del túnel de los jesuitas, un oscuro e inencontrable pasadizo subterráneo donde escondieron sus tesoros al ser expulsados de Chiloé en 1667. Comenzaba ese pasadizo subterráneo en la cuadra oeste de la plaza de armas y llegaba hasta Piedra del Camahueto lugar donde dicen una muy grande puerta de fierro cerrando el túnel, y es un Camahueto el guardián de la entrada a un tesoro nunca encontrado. Cuentan que en ese lugar donde se empoza el río, en las noches de invierno, se aparece al Caleuche, el buque de arte, de las fiestas y la riqueza para los comerciantes que con él han hecho pacto. En la década del 20 don Carmelo Márquez, que vivía en calle Gamboa y fue miembro fundador del Arco Iris, andaba a ciegas y ansioso buscando afanosamente el tesoro de los jesuitas, con violentas explosiones de dinamita reventaba las rocas de sus orillas. Aún hoy si nos atrevemos a caminar por las rocosas orillas del río veremos las perforaciones donde don Carmelo, buscando su quimera, introducía los cartuchos de dinamita. Dante Montiel escribió en la Revista Cultura de y desde Chiloé, numero 9, una muy detallada y amena historia del túnel y tesoro de los jesuitas en Castro.
A casi un kilómetro de su desembocadura, cambiada por el terremoto del sesenta, existe un lugar casi olvidado: “El Tranque”; una represa construida en 1917 como parte de la empresa eléctrica de Don Carlos Barrientos; desde ese año Castro tuvo un débil alumbrado público y las casas dejaron de iluminarse con velas y faroles. En 1937 se inauguró una mejor central hidroeléctrica cuyos escombros permanecen ocultos en la humedad de los acantilados del Gamboa. Esta represa antes hundida en la espesura del bosque hoy con el crecimiento demográfico está quedando casi en el centro de la ciudad.En los años 30 y 40 El Tranque era un lugar de paseo, en sus cercanías se ubicaba la casa del administrador, y se arrendaban botes para pasear río arriba en las tardes calurosas. Pero estaba prohibido bañarse en esas aguas oscuras, era el miedo, en ese río de fondo fangoso habitaba El Cuero, un pez mitológico que apresa a los bañistas, los arrastra a las profundidades y devuelve un cadáver seco y sin sangre. Para apresarlo se tira al agua, un pellejo de cordero envolviendo ramas de espinos, el cuero al apresar lo que cree es una nueva victima muere desangrado. En los años sesenta las cataratas era un lugar de tragedia elegido por los suicidas para desde la altura de El Tranque, desde los roqueríos lanzarse a las aguas turbulentas, bajo la catarata, poner fin a sus vidas y terminar trágicamente con alguna historia de amores despreciados. La ribera poniente de El Tranque estaba cubierta por un bosque de tupido follaje done anidaban miles de cuervos que cada tarde en ordenadas bandadas veíamos volar sobre la ciudad.
Pero el río Gamboa afantasma misterios menos trágicos, en sus orillas está la salida del túnel de los jesuitas, un oscuro e inencontrable pasadizo subterráneo donde escondieron sus tesoros al ser expulsados de Chiloé en 1667. Comenzaba ese pasadizo subterráneo en la cuadra oeste de la plaza de armas y llegaba hasta Piedra del Camahueto lugar donde dicen una muy grande puerta de fierro cerrando el túnel, y es un Camahueto el guardián de la entrada a un tesoro nunca encontrado. Cuentan que en ese lugar donde se empoza el río, en las noches de invierno, se aparece al Caleuche, el buque de arte, de las fiestas y la riqueza para los comerciantes que con él han hecho pacto. En la década del 20 don Carmelo Márquez, que vivía en calle Gamboa y fue miembro fundador del Arco Iris, andaba a ciegas y ansioso buscando afanosamente el tesoro de los jesuitas, con violentas explosiones de dinamita reventaba las rocas de sus orillas. Aún hoy si nos atrevemos a caminar por las rocosas orillas del río veremos las perforaciones donde don Carmelo, buscando su quimera, introducía los cartuchos de dinamita. Dante Montiel escribió en la Revista Cultura de y desde Chiloé, numero 9, una muy detallada y amena historia del túnel y tesoro de los jesuitas en Castro.
A casi un kilómetro de su desembocadura, cambiada por el terremoto del sesenta, existe un lugar casi olvidado: “El Tranque”; una represa construida en 1917 como parte de la empresa eléctrica de Don Carlos Barrientos; desde ese año Castro tuvo un débil alumbrado público y las casas dejaron de iluminarse con velas y faroles. En 1937 se inauguró una mejor central hidroeléctrica cuyos escombros permanecen ocultos en la humedad de los acantilados del Gamboa. Esta represa antes hundida en la espesura del bosque hoy con el crecimiento demográfico está quedando casi en el centro de la ciudad.En los años 30 y 40 El Tranque era un lugar de paseo, en sus cercanías se ubicaba la casa del administrador, y se arrendaban botes para pasear río arriba en las tardes calurosas. Pero estaba prohibido bañarse en esas aguas oscuras, era el miedo, en ese río de fondo fangoso habitaba El Cuero, un pez mitológico que apresa a los bañistas, los arrastra a las profundidades y devuelve un cadáver seco y sin sangre. Para apresarlo se tira al agua, un pellejo de cordero envolviendo ramas de espinos, el cuero al apresar lo que cree es una nueva victima muere desangrado. En los años sesenta las cataratas era un lugar de tragedia elegido por los suicidas para desde la altura de El Tranque, desde los roqueríos lanzarse a las aguas turbulentas, bajo la catarata, poner fin a sus vidas y terminar trágicamente con alguna historia de amores despreciados. La ribera poniente de El Tranque estaba cubierta por un bosque de tupido follaje done anidaban miles de cuervos que cada tarde en ordenadas bandadas veíamos volar sobre la ciudad.
En los noventa las orillas del Gamboa fueron campamentos de mochileros, armaban carpas de polietileno, cartón, lonas, latas, y otros residuos, era “El Wendy” donde carreteaban toda la noche al calor de una fogata en la que asaban más de un perro. También en la derruida Central Hidroeléctrica se reunían grupos de jóvenes a realizar tétricos rituales satánicos mas de un gato fue crucificado intentando cruzar los umbrales de la cordura. El Gamboa ha sido durante más de cuatro siglos un tranquilo testigo de las transformaciones económicas y sociales de la ciudad de Castro.
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