EL DIA DEL TERREMOTO
El 22 de mayo de 1960, era un hermoso día de sol, en el estadio de Castro se jugaba la final del campeonato de fútbol de los barrios; cuando a las 15.05 se inició el terremoto más violento hasta hoy conocido. Un cataclismo de intensidad nunca antes medida, y con una duración de casi seis minutos. La gente no podía sostenerse en pie, las casas que no cayeron destruidas sufrieron graves daños. Hombres, mujeres y niños corrían por las calles dando gritos de terror y angustia, se abrazaban, sin conocerse, tratando de protegerse del terror que surgía invisible desde las profundidades de
Esa tarde se escuchó un espantoso ruido, un ruido mortal avanzando bajo tierra, entonces, los miedos escondidos aparecieron, y nada, ni nadie pudo disimularlos. En esas horas de desgracias, había que correr, gritar, esconderse del terror desconocido destructor de vidas, huir del desamparo de enfrentar solos el miedo, la angustia de saber que un ser invisible llegaba oscureciendo todo.
Las horas más amargas marcaron la vida, las casas fueron destruidas, las calles y veredas desaparecieron en medio de altas llamas y humo espeso, el mar derribó sus murallas, y creció sin fronteras, los pájaros, huyeron, aterrados por el enorme fantasma del miedo.
El miedo, es fantasma indescriptible, es creer que no existe esperanzas para nadie, es sentir el mundo deshacerse. Pero en medio de los lamentos la gente recuperó la solidaridad. Toda calamidad es pasajera.
Cuando en los medios de comunicación y textos de historia se habla del terremoto de 1960, se refieren al terremoto ocurrido en Valdivia el 21 de mayo. Un enjambre de temblores de magnitud ocho. Pero se olvidan que al día siguiente se desató la furia telúrica hasta hoy nunca repetida en la historia de la humanidad. Doce terremotos simultaneaos destruyendo las costas desde Concepción hasta
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