La Plazoleta frente al edificio municipal con la alta marea se ha convertido en un embarcadero. Hasta ese lugar llegan lanchas de ruidoso motor, lentos botes a remo, chalupones de alquitranado casco y velas grises como el que se puede ver en la fotografía. Su velamen se ha extendido sobre la botavara para sea el techo que cobije a sus tripulantes y familia en los días que permanecen en Castro vendiendo la leña, las tejuelas de alerce, estacas de cipres, corderos, cochayuyo, luche, chanchos, corderos que es el comercio de los isleños habitantes del archipielago interior de Chiloé. Después de la catástrofe la vida continúa con su ritmo provinciano.
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