Rigoberto Nain se pasó la vida lavando arena en Carelmapu. En esos andares encontró de todo pero lo único que nunca halló fue precisamente aquello que anduvo buscando: oro.
Removió arenales a orillas del Canal de Chacao, y con paciencia de santo juntaba granitos, que brillaban en la arena negra, para hacer pelotitas de oro que después vendía en Carelmapu a un comerciante que como de lastima te estuviera haciendo un gran favor la pesaba en una balanza; como si estuviera pesándole a uno las ilusiones o las frustraciones, y los malos días que te atravesaban el animo y sembraban en la mente la idea y las ganas de vender campo y casa; y marcharse a la Patagonia.
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