sábado, 20 de marzo de 2010

LA CARA OCULTA DEL TERREMOTO EN CHILE

El día 27 de febrero a las 03:34 hrs. En el centro sur de Chile se produce un terremoto de magnitud 8,8 en la escala de Richter. Al mismo tiempo comienza una serie de desaciertos, inoperancias, despreocupaciones e irresponsabilidades por parte de los organismos que demostraron que la clase política de nuestro país son gatos con ganas de parecer jaguar. Sólo seis minutos más tarde se conocía el epicentro (a unos 90 kilómetros al noroeste de la ciudad de Concepción, es decir en el Océano Pacífico), sin embargo el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada de Chile (SHOA), organismo que tenía a cargo los instrumentos técnicos para evaluar si hay o no un maremoto, no sólo no funcionó, sino que además no dio aviso ni siguió el protocolo existente. El otro organismo de Estado, se denomina ONEMI, la Oficina Nacional de Emergencia, en todo momento indicó que no había maremoto. Hoy por testimonio de los sobrevivientes, sabemos que a las 3:52 se produce la primera ola, de un total de tres. La última ola se produce a las 06:32 hrs. Una hora después el subsecretario del Interior descartó la posibilidad de tsunami pese a que el Centro de Alerta de Tsunami del Pacífico (PTWC), de los EE UU, situado en Hawai, a las 3:46 se había comunicado con el SHOA informando que: “… Un terremoto de estas dimensiones tiene el poder de generar un destructivo tsunami que puede golpear las costas cercanas al epicentro. La autoridad debería tomar una acción apropiada en respuesta a esa posibilidad”. Sin embargo, el marino de turno en el SHOA, no hablaba inglés. Dos minutos más tarde un científico del PTWC, el Dr. Víctor Sardiña, le señala en español al SHOA que dieran información para avisar al resto de los países del Pacifico. Una hora más tarde el mismo científico advierte al SHOA que “las lecturas del nivel del mar indican que un maremoto se generó” y dieron alerta a los países del Pacífico Sur. En Chile, sólo dos días después el ministro de Defensa reconoció que se había producido un maremoto en nuestras costas. ¿Quién responde no sólo políticamente por este “error-horror”, sino que jurídicamente?
Hasta el momento, lo que nos indican los organismos chilenos (SHOA y ONEMI) es que era imposible comunicarse entre ambos. De siempre, se ha intentado decir que la telefonía móvil, fija y la provisión de Internet (es decir, la tecnología de conectividad comunicacional), de carácter privada en su totalidad, eran de las mejores del mundo. Y no funcionaron. Digámoslo de esta manera: aunque suene ideológico, el Estado más neoliberal del mundo se atrevió a construir esta respuesta para una catástrofe que los científicos chilenos de la Universidad de Chile ya habían anunciado el año 2008. Las vergonzosas negativas para asumir la responsabilidad técnica y política contrastan con la imagen de un Chile que despega al desarrollo y que hace muy poco ingresó a la OCDE. La ofensiva del lucro y la especulación.
En comparación con la patética respuesta del aparato estatal y la escasa articulación de las redes sociales, ha sido impresionante la capacidad del gran empresariado para recuperar con creces sus pérdidas y articular una nueva estructura para extraer aún más ganancias a partir de esta dolorosa catástrofe. Los medios de comunicación, de los cuales este sector de Chile es dueño o financista, han cumplido un papel fundamental en este aspecto.
El día de la tragedia quedó patente la incapacidad del estado de construir una red de acopio y repartición de alimentos, medicamentos, ropas y otros bienes de primera necesidad que son propiedad de las grandes cadenas de supermercados, farmacias y retail. Pese a que las cadenas de frío se habían roto, y muchos alimentos comenzaban a descomponerse, ninguna de las grandes cadenas de supermercados Cencosud (Jumbo – Santa Isabel), Wal-Mart (Líder), Unimarc y Supermercados del Sur activó solidariamente mecanismos repartición de alimentos. Tampoco el estado pudo, ni quiso expropiar mercaderías para satisfacer las urgentes necesidades de las víctimas. Lejos de aquello, la repartición masiva de alimentos fue anunciada para el día lunes (tres días después del terremoto) luego de una reunión realizada el día anterior entre el gobierno y los principales ejecutivos de las cuatro cadenas: Horst Paulmann (Cencosud), Enrique Ostalé (Wal-Mart), Pablo Vega (Unimarc) y Gonzalo Dulanto (Supermercados del Sur). Días después la prensa publicaría la cifra aproximada que pagó el gobierno en la primera compra a los supermercados de las regiones VII y VIII: 10 millones de dólares. La misma prensa cita a uno de estos altos ejecutivos que reconoce que “en un fin de semana de alta demanda, los supermercados de todo Chile logran vender casi 40 millones dólares”. Negocio redondo. ¿Por qué no se recurrió a la vasta red nacional de feriantes, productores agrícolas y centros de distribución de alimentos para comprar canastas a precios radicalmente más baratos, como lo sabe todo Chile, y así evitarse los precios inflados que justifican la plusvalía del empresariado?
Otra gran fuente de ganancias fue el cobro de seguros por las pérdidas generadas en los difundidos “saqueos”. El hecho de que los medios de comunicación de masas fomentaron los saqueos fue reconocido explícitamente por Paulmann. El discreto empresario pidió una “cuña” a los canales de TV para decir lo siguiente: “cuando se habla mucho de saqueos, la gente va a hacer saqueos por que se da cuenta que son posibles, es peligroso hablar mucho de los saqueos”.
Por eso no extraña el llamado al “orden” y la salida de las FFAA a la calle. La lección del terremoto no puede -no podemos permitir- que se concentre en la necesidad del “orden” como prioridad. La prioridad eran y siguen siendo las necesidades vitales de la gente: comida, agua, techo, salud. El orden, en cambio, fue un vulgar sinónimo de la garantía de la propiedad privada. Esta respuesta a los saqueos sobre su propiedad –por sobre la vida de las personas- es la expresión desnuda de la necesidad extrema de control que tienen los administradores del poder y los propietarios-empresarios del país. Cualquier otro escenario de caos, sea una desbandada espontánea como ahora, sea mañana una manifestación soberana de libertad de la gente, tendrá exactamente el mismo resultado.
Los chilenos tenemos rabia con las inmobiliarias que pese a obtener enormes ganancias, han colapsando urbanísticamente barrios enteros y dejando a la gente que compra sus departamentos en la más absoluta indefensión. Ocurrió con las casas COPEVA, que se llovieron completas hace algunos años (y que eran propiedad del hermano del último ministro del interior del gobierno de Bachelet, Edmundo Pérez), ocurre con los remates de propiedades de las familias que no pueden seguir pagando dividendos usureros y está ocurriendo ahora con los edificios derrumbados o con daño estructural. La Cámara Chilena de la Construcción (el gremio de los empresarios del rubro) aún no termina el catastro de edificios dañados, pese a que la prensa habla de cerca de 50 edificios, casi todos recientemente entregados. Paralelamente hace llamados a la tranquilidad, como el que realizó el presidente de la Cámara de la Construcción Lorenzo Constans, quien señaló a propósito de los edificios inclinados en distintas ciudades de Chile que “hay edificios que están inclinados pero son habitables, el ejemplo más claro es la Torre Pisa, que se ha mantenido por siglos en pie y, por lo tanto, creo que es conveniente analizarlo con un profesional adecuado”. Sin comentarios.
En la misma declaración Constans, solidarizó con el dueño de la inmobiliaria Río Huerquén y presidente de la Cámara de la Construcción de Bío-Bío, Juan Ignacio Ortúzar, quien renunció a su cargo cuando se supo que esta inmobiliaria y Socoval (también de su propiedad) construyeron y vendieron el edificio Alto Río de Concepción que se desplomó completamente, generando heridos, muertos y gran impacto en la ciudadanía por las graves falencias en su construcción. Constans también felicitó al intendente de Santiago recientemente nombrado por Sebastián Piñera, Fernando Echeverría, socio de la constructora Echeverría e Izquierdo, que tiene, dos edificios nuevos, a punto de derrumbarse en Concepción y Santiago, como él mismo reconoció. Es el mismo Fernando Echeverría que, hace algunos años, cuando postuló a la presidencia de la Confederación de la Producción y el Comercio CPC (la multi gremial de los grandes empresarios Chilenos) afirmó que “ es importante hacer un gran pacto nacional pro empleo que permita por ejemplo, limitar los aumentos salariales, o reducir los pagos de las leyes sociales, etc”. Va quedando claro a que se refería Piñera con “una nueva forma de gobernar”.
En las principales ciudades las familias afectadas comienzan a denunciar que las principales constructoras e inmobiliarias ofrecen comprar sus terrenos a precios que no pasan de un 25% de su valor original, con el objetivo de “entregarles dinero inmediato para que vuelvan a surgir”. Es la especulación sobre los suelos y la vida de las personas por el mercado inmobiliario.
Pero la sinverguenzura es para asombrarse, las principales agencias aseguradoras y el presidente de la asociación de bancos Hernán Somerville, anunciaron que los dividendos hipotecarios de todas las viviendas van a subir de precio después del terremoto, pues será obligatorio que los créditos incluyan una póliza contra sismos. Nuevamente nos enteramos que en este país no se necesitan leyes, ni debates legislativos para aumentar las ganancias. Los grandes empresarios lo tienen claro. Ellos estiman que lo que se paga de seguros en los créditos hipotecarios debiera subir cerca de un 30%. Además, Antonio Latorre, gerente general de la agencia aseguradora Creditaria, declaró a “El Mercurio” que “la tasa de seguro será más cara en segmentos de vivienda de menor valor, porque tienen más riesgo”. ¿Un reconocimiento implícito de que las construcciones en barrios populares son de menos calidad que las de los barrios de la elite? ¿Un lapsus involuntario?Concientes de la difícil situación por la que pasan cientos de miles de familia, los cinco grandes bancos del país lanzan un ofertón de créditos de consumo para enfrentar la catástrofe. El gerente general del Banco Santander, el español Emilio Botín (irónico apellido) de visita por Chile afirmó que su banco dispondrá de un fondo de 3200 millones de dólares para realizar “créditos solidarios”. La donación de los bancos a la mediática teletón del terremoto no alcanzó los 500 mil dólares.
Muchos chilenos no comprendíamos por qué las campañas de ayuda y recolección apoyadas por la televisión no podían iniciarse antes que llegará a Chile el animador de televisión Mario Kreutzberger “don Francisco”. Después nos enteramos por la prensa que el diseño de la llamada “teletón del terremoto” se realizó en una reunión de la multi gremial de los grandes empresarios en la sede de la Confederación de la Producción y el Comercio el día jueves 4 de marzo. Los mismos grandes dueños del capital que han sido nombrados en este artículo tuvieron un inédito protagonismo mediático en esta “teletón”. Permanentemente algunos de sus representantes ocuparon dos de los doce puestos de telefonistas que recibían los llamados de ayuda televisada. Algo inédito en la historia de las “teletones chilenas”. “Estamos impresionados con los 60 millones de dólares que se lograron recaudar (30 mil millones de pesos)” afirmó Cesar Barros de Salmón Chile. Lo que no dijeron los señores Barros, Somerville, Paulmann, Constans, etc., es que para muchos chilenos resultó chocante el nuevo ejercicio de lucro con la desgracia del pueblo, expresado en los llamados tipo “compre una frazada en nuestra tienda y nosotros regalamos otra” o “regalaremos un antigripal o paracetamol si se compran determinada marca“, en tal o cual farmacia. Tampoco dijeron que el descuento de impuestos por donaciones alcanza un17%, y que recientemente anunció el presidente electo Piñera que espera aumentar este porcentaje a través de una nueva ley de donaciones. Tampoco dijeron que la magnitud de los daños del terremoto y maremoto se calcula entre 20 mil y 30 mil millones de dólares. Cifra exorbitante, que dista muchísimo de las donaciones que realizaron en la teletón, pero que se acerca a las cifras de las ganancias empresariales.
La sociedad de inversiones Luksic declaro a “El Mercurio en el mes de enero que contaba con 500 millones de dólares para invertir fuera de Chile. La venta de las acciones de la Línea aérea LAN Chile pertenecientes al presidente electo Piñera es un caso aparte. El 25 de febrero vendió en la bolsa el 6.4% de las acciones de LAN en más de 375 millones de dólares, el lunes siguiente al terremoto Piñera decide diferir la venta de las demás acciones en su poder por que estaban bajando en la bolsa. El día 9 de marzo vende el 8.5% de las acciones LAN en la suma de 514 millones de dólares. Aún quedan en poder de Piñera el 11% de las acciones LAN, por lo que se calcula que con la venta de todo este paquete accionario recibirá más de mil doscientos millones de dólares, que constituyen menos del 50% de su actual patrimonio reconocido. Todas estas cifras hacen irrisorios los 60 millones de dólares juntados “mediáticamente” en la Teletón Chile ayuda a Chile, y hacen aún más significativo para nuestro país, el noble gesto del presidente y vice -presidente Boliviano quienes donaron la mitad de su sueldo a Chile. ¿Que significado puede tener esto para el rico empresariado Chileno, empezando por nuestro presidente Sebastián Piñera?
La creencia de que las formulas del lucro y el ejercicio financiero son la mejor táctica de ayuda eficiente, se instaló junta a la imagen de que instituciones ligadas a la jerarquía de la Iglesia como “Un techo para Chile” y el “Hogar de Cristo” (ambas jesuitas) son los únicos brazos de solidaridad que tiene el país, invisibilizando a las comunidades locales, que pese a toda su desarticulación y falta de reconocimiento, hicieron la diferencia entre la vida y la muerte, el hambre y la solidaridad, el miedo y el apoyo durante y después del terremoto. Las comunidades se reorganizan incesantemente, sobre todo donde “el capital circulante” gobierna sin contrapesos, es la única forma de subsistir. La “ayuda” articulada desde el gran capital en alianza con el Estado, no apoya la construcción de lo público y las redes sociales. Explícitamente este gran mecanismo oficial de ayuda desconoce a las organizaciones sociales en los territorios e insiste en entregar canastas individuales para cada familia, haciendo mucho más lentos los procesos de entrega de ayuda y fomentando el individualismo.
Decenas de miles de jóvenes se lanzaron a apoyar las diversas campañas de colaboración, es de esperar que un porcentaje importante de ellos, reconozca, aprenda y fomente la reconstrucción a partir de las organizaciones sociales, los proyectos colectivos y los sentidos públicos. Existen hoy en Chile dos proyectos de reconstrucción radicalmente distintos, uno que espera apoyarse en la organización y la participación popular, otro que espera perpetuar el individualismo y la desarticulación y de paso aumentar aún más las increíbles ganancias de la burguesía chilena depredadora y destructora tanto del tejido social, como del medio ambiente, y de la calidad de vida. ¿Es la burguesía y la oligarquía chilena, la facción más peligroso del lumpenaje?
A 24 horas de sucedido el terremoto el espectáculo había cambiado para la televisión. Del impacto del 2º terremoto más grande ocurrido en Chile se pasó a denunciar el pillaje que le había seguido. El énfasis comunicativo pasaba a ser definido por los grupos de poder. La primera en hablar fue la alcaldesa de la ciudad de Concepción, representante de la derecha más conservadora (militante UDI, supernumeraria Opus Dei), quien llamó al Gobierno a declarar el estado de sitio en su ciudad. El estado de sitio es una excepción constitucional de tipo político, que restringe las libertades básicas y es distinto del estado de emergencia, en los que el Estado está autorizado a limitar los horarios de movimiento y disponer de todas las fuerzas y recursos de la(s) zona(s) afectada(s), pero se mantienen los medios informativos, el derecho de reunión, etc. El 1º necesita de un acuerdo con el Congreso, el 2º es declarado por el ejecutivo.
Los saqueos hechos a grandes conglomerados comerciales, comercios locales e incluso a algunos hogares afectados por la tragedia, se ha instalado como otro hecho relevante en el análisis político de la catástrofe, hecho por los medios y políticos neoliberales. La figura del saqueo y el lumpen individualista y “desalmado”, se confunden en una asociación simplista, que hoy incide problemáticamente, en las consecuencias sociales y políticas que pudiesen tener estos hechos, calificados hoy de “vergüenza moral” e incluso “cataclismo social”. Tal análisis tiene una única respuesta posible: la seguridad permitirá controlar a este monstruo que esta latente en la población. La militarización del territorio, el aumento de las penas ya son un hecho justificado por el evento, y la condena moral del robo en todas sus manifestaciones se impone, sin mayores análisis de un fenómeno que, en este contexto, tiene alta complejidad.
No son los desarrapados, ni los sectores marginalizados de hoy, que se ven obligados a robar, lo que podemos llamar lumpen. Para ser precisos, son los que sostienen una actitud aprovechadora y miserable, basada en el oportunismo y el desprecio a la comunidad, debido a “la necesidad de beneficiarse a costa de la nación trabajadora”.
¿Se puede hablar de lumpen hoy? La turba heterogénea que asaltó los supermercados en busca de comida y otros enseres no puede ser llamada lumpen. ¿Es lícito que los medios de comunicación, sus los rostros de televisión, que lucran con la publicidad, llamen lumpen a un trabajador que escapa con un televisor? ¿Calificando que esto no es un recurso de primera necesidad? ¿Que tipo de análisis mediocre es este?
Es un parásito oportunista aquel rostro que lucra con la generación de necesidades superfluas y le lava el rostro a las empresas, es lumpen nuestro nuevo presidente que especula con las acciones de sus empresas mientras sostiene ser un servidor público. Así en esta categoría caben todos los que están lucrando con la catástrofe y nuestra disminuida fuerza estatal y comunitaria para enfrentarla: empresarios inmobiliarios, empresarios del retail, comerciantes inescrupulosos, etc. El terremoto dejó al descubierto el rostro de una sociedad dejada en manos del mercado.
El individualismo extremo mostrado por muchos ciudadanos, no todos ellos personas marginalizadas, muestra el rostro menos afortunado de nuestra educación, impregnada de competencia y temor a la incertidumbre y a los demás. Las condiciones brutales a las que el neoliberalismo somete a las formas de vida, se vuelven insoportables en términos psíquicos. Por una parte, la responsabilidad por los fracasos cae en el propio individuo; se le solicita una atención constante, larga e intensa a los procesos productivos y de trabajo; se lo expropia de todo tiempo libre que pudiera generar disidencia intelectual; se lo estupidiza por los Medios de Comunicación de Masas; se lo aísla y expropia de los vínculos sociales que podrían entregarle seguridad psíquica; se lo fragmenta en ámbitos de vida (trabajo-hogar-transporte-amistad-pareja-hijos) que operan con lógicas diferenciadas y, a veces antagónicas.El avance del neoliberalismo es brutal. El Neoliberalismo construye anticomunidad y reprime los vínculos sociales. En Chile, una sociedad con mucha riqueza, pésimamente mal distribuida, existe un estado eficientísimo y eficaz para socorrer los mecanismos de mercado y salvaguardar el círculo de hierro de la institucionalidad dictatorial, pero que no posee reconocimiento en la población. Esto, ante una catástrofe hace a la institucionalidad estatal inoperante y obliga a las fuerzas militares sólo a reprimir. Como consecuencia, en el día de la despedida de Michelle Bachelet de la presidencia, una patrulla de marinos es acusada del asesinato a golpes de un comerciante de la VIII Región, durante el toque de queda.
En Chile la segregada educación pública está obligada a competir con sistemas que incentivan la competencia como fundamento del éxito, sin importar las responsabilidades éticas con los demás.
El terremoto dejó al descubierto el rostro de una educación para una vida totalmente mercantilizada. La construcción incesante de necesidades superfluas, hoy las hace básicas. Millones invertidos en publicidad hace hipócrita la reacción de muchos de los rostros de la tv y de la industria publicitaria, quienes condenaban la extracción de electrodomésticos y afines, en los saqueos, pero sólo horas antes llamaban a endeudarse para consumirlos.
La sociedad chilena está fracturada por líneas invisibles que encuentran su legitimidad en un sistema social en el que es normal que la educación discrimine (seleccione) a los más pobres, pero no lo es que ellos manifiesten su desacuerdo a través de la violencia y la disonomía. Nuestras pautas ideales se sostienen en la exclusión y la violencia normalizada. Los que poseen capital moral obviamente no entienden la violencia a la que los someten los desarrapados, pues “ellos no utilizan la violencia contra los pobres”. Hasta la bondad está de parte de ellos.Por ahora, las múltiples organizaciones sociales que cruzan nuestro país tienen un potencial tremendo para desplegar su solidaridad (no como aquella caridad televisada, vuelta espectáculo, negocio y fachada de empresarios). La reconstrucción de las comunidades, en el ejercicio de la organización desde lo más básico hasta lo más político, en la repartición organizada de alimentos, en la construcción de viviendas dignas, en la distribución de ropa útil, etc., será la única forma de no reproducir este sucedáneo de sociedad. En ello, las escuelas y liceos públicos tienen un potencial tremendo para demostrar cuál es su real razón de existir, para que así el pueblo se levante dislocando sentidos comunes que la naturaleza se está encargando de recrear.
Fotografías: http://www.lanacion.cl/noticias/site/edic/2010_03_05_1/port/fotos.html?_ts=20100304212300
Extractos del texto: Que se derrumben los sentidos comunes y se reconstruyan las comunidades:Reflexiones a partir del terremoto y maremoto en Chile
Daniel Brzovic, Rodrigo Cornejo, Juan Gonzalez, Rodrigo Sánchez, Mario Sobarzo.

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