martes, 25 de enero de 2011

JUGANDO FUTBOL EN LAS ESTANCIAS DE LA PATAGONIA

Por: Luis Mancilla Pérez


Durante casi un siglo al iniciarse la primavera comenzaba la emigración de los esquiladores chilotes a la Patagonia; miles de jóvenes partían a esas tierras lejanas a buscar la vida trabajando en las estancias.

En los largos días veraniegos la esquila comenzaba a las seis de la mañana y terminaba a las ocho de la tarde. Pleno día en la Patagonia Austral, un amplio espacio de tiempo para el descanso compartiendo en juegos de brisca o truco con picaros versos y peligrosas apuestas después haber estado todo un día sacando la lana de las ovejas. El más lento esquilaba cien ovejas en un día. Un duro trabajo donde los esquiladores usaban ropa vieja con parches en los codos y las rodillas para protegerse del sebo y las espinas. La mezcla de la transpiración con el sebo de oveja producía un olor que duraba semanas y no lo quitaba la más áspera lejía ni el mejor de los perfumes. Los domingos eran días de descanso y de jugar fútbol. En las grandes estancias de Tierra del Fuego, entre peones, ovejeros, puesteros y esquiladores podían formarse hasta tres equipos de fútbol. Eran pichangas de correr de arco a arco persiguiendo una pelota que frenaba o empujaba el viento patagónico. Se jugaba con pases por alto que iban de lado a lado de la cancha, y tirando centros bombeados que se chuteaban al primer rebote y con tan violento chute la pelota le sacaba astillas a los palos del arco. Cañonazos que dejaban desmayados al jugador que se atrevía a cabecearlos…

Equipo de fútbol de esquiladores chilotes de ls Estancia Primera Argentina.
Tierra del Fuego, década del 40. Fotografía incluida en el libro Chiloé, Historias de Viajeros.

A un costado de la cancha aquellos que no estaban mirando el partido jugaban a la taba con un hueso de la rodilla de un animal vacuno. Era un juego prohibido en la Argentina pero en las estancias todos lo jugaban apostando a los mejores tiros.
El partido de fútbol que hasta hoy recuerda don “Cochemaña”; José Manuel Barrientos, fue uno del final de la esquila del año 1942 cuando con apuesta incluida se enfrentaron los equipos de la Maria Behety y de la estancia Primera Argentina. “Esa vez llevábamos de reserva a Wenceslao Cheuque de este lado de Calen pa`arriba que pateaba torcido pero este bruto podía matar un cordero de un cañonazo, la dificultad era que si apuntaba a la derecha su tiro se iba pa`la izquierda. Tiraba parriba le salía pabajo. No había modo de hacerlo entender”.

Equipo de fútbol de esquiladores chilotes de la Estancia Maria Behety.
Tierra del Fuego, década del 40. Fotografía incluida en el libro Chiloé, Historias de Viajeros.

“Ese domingo entramos “persinandonos” y cuidando de no pisar la cancha con el pie izquierdo. El partido era parejo, aunque ellos tenían un argentino muy, muy bueno y cachañero que mentaban que casi jugó por el “River Plato”, un equipo muy famoso en la Argentina; pero nos turnábamos para repartirle leña. Uno le salía primero y si a ese lo pasaba salía el otro y lo remataba. El árbitro era un administrador inglés de la Behety así que en algo nos ayudaba. El cero a cero seguía en el segundo tiempo cuando Erasmo Montiel, de este lado de Lliuco quedó con una mano levantada, agachado y tieso en la media cancha, le había dado un ataque de ciática, cansado de tanto pelucar corderos. Ahí entró Wenceslao Cheuque que anduvo corriendo como desaforado de un lado para el otro sin agarrar una pelota; hasta que cuando casi finalizaba el partido el árbitro cobra un tiro libre a un costado del área grande, y como yo era el capitán del equipo dije que lo dejáramos patear a Cheuque; “el orejas de ratón”, le decíamos. Le acomodé la pelota y le dije apuntale por alto al palo derecho del arquero. Retrocedió como diez metros para tomar carrera y sacó un chute arrastrado, al lado izquierdo del arquero que quedó parado mirando como la pelota rompía la red, y ganamos doscientos pesos argentinos para esa noche, bien trajeados irnos de parranda a Río Grande, a bailar música de discos de vitrola en una casa de remolienda con puras niñas italianas bailamos. Eran lindas las italianas”.

jueves, 13 de enero de 2011

CHILOTES FUSILADOS EN LA PATAGONIA

Este es un video que muestra la emigración de los chilotes hacia la Patagonia a inicios del siglo XX, antes de la Huelga Grande de la Patagonia donde más de 1500 peones de las estancias de Santa Cruz, Argentina, fueron fusilados por el ejercito argentino. Casi todos eran chilotes, a excepción de los dirigentes que eran anarquistas españoles.

lunes, 10 de enero de 2011

LA POESIA EN SONIA CAICHEO

Desde los años 80 la poesía de doña Sonia Caicheo es conocida en Chiloé; a veces circulaba en las hojas sueltas y los folletos del taller Aumen, sin ser ella integrante activa de ese taller. En esos años la poetisa realizaba un programa poético en Radio Chiloé y participaba en los espacios de lecturas literarias, en bibliotecas, colegios, sedes vecinales y en la Feria del Libro, donde entre los asistentes siempre estaba el abogado Norman Garín que con lluvia o sol veíamos por las calles llevando bajo el brazo dos, tres o más libros de literatura.
Voy a romper la estatua de los formalismos generacionales para personalizar mi visión de la poesía de la Maestra Sonia Caicheo, y así mejor fundamentar porque creo tan merecido y bien otorgado el Premio de Extensión Cultural Chiloé. Mi primer recuerdo de la poesía de Sonia Caicheo se asocia con un invierno del año 1984, en el gimnasio de la Escuela Uno, la Escuela de Hombres, hoy la Luis Uribe Díaz; cuando presentaba su libro Recortando Sombras. Si no me equivoco quien presentó el libro fue don Mario Uribe Velásquez, si me he equivocado no importa porque él estuvo allí, junto al maestro Cesar Vera, y a don Hipólito Villegas, y don Samuel Alarcón, y otros maestros de la escuela uno. El público, un centenar de personas, escuchó atento sentado en modestas sillas de madera, sillas de escuela publica, de los años cuando los profesores hacían cultura y no competían por resultados; desde esos hoy lejanos años conozco la poesía de Sonia Caicheo que actualmente es reconocida como una de las voces poéticas de la generación que inició la nueva poesía y literatura de Chiloé, desde Chiloé. Antes hubo otros con una mirada externa y tradicional de un mundo isleño rural. Esa generación de profesores-poetas que comenzaron a publicar a fines de los 70 y principios de los 80 habitaba y escribía desde un lugar frontera entre lo real y lo mítico, en el limite de lo rural y lo moderno, desde la inestabilidad de lo dictatorial buscando encontrar ventanas para desde la poesía poder develar las sombras.
En la poesía de Sonia Caicheo no hay cuartos oscuros, pero si encontramos los sentimientos de la época de las cartas y las encomiendas, las aventuras de la infancia viajando en desaparecidos barcos y oxidados trenes, en los versos vemos casas de madera, y el gesto amable de ofrecer un mate a la visita siempre esperada. El urdido de su trama poética contiene lo mítico y lo místico de una religiosidad heredada, las costumbres y las creencias aprendidas de nacer, crecer y habitar este archipiélago. El universo poético de la obra mayor de Sonia Caicheo es una escritura pulida con la paciencia del buen artesano. La tonalidad de la poesía de Sonia Caicheo nos revela y nos lleva inexorablemente al pasado, a una religiosidad de palabra buscada en la niebla, cruzando puentes, viajando de isla en isla. La poesía es tan sencilla como un pan en la mesa del almuerzo; como dijo Tellier el mejor poeta postergado del premio Nacional de Literatura. Una poesía sencilla y bella; y también precisa y sorprendente como la demostración de un teorema de matemáticas. Allí nada sobra, ni nada falta.
Pero la obra literaria de esta poetisa chilota también está enfocada a lo didáctico, es la profesora contagiando de aquello que ama a la infancia, abrir de par en par puertas para iniciar en los primeros pasos literarios a los niños. Es la vocación de una maestra normalista que va más allá de lo profesional. Ese es otro merito que lo llevó a obtener el Premio de Extensión Cultural Chiloé que entrega la Municipalidad de Castro. No es que este premio no lo merecieran otros; era el tiempo preciso para premiar a la profesora y poeta que a diario vemos por nuestra ciudad en sus trajines y conversaciones, siempre elegante con su chal de poesía y recuerdos; saludando a sus amistades, conocidos y ex alumnos con su sonrisa amable y un cumplido simple y cordial.