viernes, 30 de noviembre de 2007

EL ORGULLO DE SER CHILOTE


Procesión en Achao. Década del ochenta en el siglo recién pasado.

Dijo Cesar Montiel Mansilla, secretario del Centro Hijos de Chiloé en Magallanes:
....Los chilotes podemos considerarnos dueños de Punta Arenas, somos sus dueños, porque gracias a nosotros esta tierra y Magallanes es lo que es y pertenece a Chile, o si no sería francés, argentino o de otra potencias que hubieran llegado acá. ¿Quién, en este momento, se atreve en una goleta que era poco más grande que un bote (15,84 por 3), a venirse de Chiloé, cruzar el Corcovado, el Golfo de Penas y todos los canales y llegar acá por amor a la patria no más?. Por eso nosotros no pecamos de petulantes al decir que esto es nuestro. Nosotros lo poblamos. Aquí un setenta por ciento de los habitantes somos chilotes. La primera oveja que se esquiló aquí la esquiló un chilote, el primer alambrado que hubo lo hizo un chilote, chilotes fueron los que salieron a buscar petróleo. Aquí vinieron los europeos, pero hay que ver que tenían miles de años de cultura, nosotros apenas teníamos 150 años de civilización. Ellos trajeron sus ideas, pero necesitaron a los chilotes para trabajar. Es lamentable decirlo, pero ellos vinieron a explotar al chilote. Es la verdad. Y ahora usted no va a ver un millonario que se llame Barrientos, Oyarzún o Cárdenas, son todos apellidos difíciles de pronunciar. Hicieron su fortuna, pero los brazos de dónde los sacaron. Las primeras calles las abrieron los chilotes y las empedraron los chilotes.
"La Prensa Austral", 22 de septiembre de 1994
















Jugadores de Truco.
En las fiestas campesinas despues de las procesiones de los dias de celebrar a los santos patronos y virgenes de los villorrios chilotes, entre la música y el baile aparecen los desafios de jugar un truco. Juego de naipes, con versos de burlas y engaños, que los gallegos trajeron a la Patagonia y desde la Patgaonia los chilotes llevaron hasta sus islas.

sábado, 24 de noviembre de 2007

CHILOE MIRADO DESDE EL COSMOS

Chiloé mirado desde el cosmos. La fotografía muestra las multiples islas del archipiélago interior, y en el extremo izquierdo de la fotografía, la solitaria isla Guafo, y se vislumbran entre las sombras de un atardecer austral las islas del archipélago de las Guaitecas. Es el inicio de la Patagonia Insular.

Esta foto satelital muestra la parte norte de la Isla Grande de Chiloé. En ella se ve claramente la Cabeza de Dragón que es la Peninsula de Lacuy, el angosto Canal de Chacao, y más al sur la treintena de islas del archipiélago. El grupo de las Chauques: Mechuque, Añihue,Voigue, Cheñiao y Butachauques. La alargada isla de Quinchao con Quenac, Meulin, Linlin, Caguach, Alao, Apiao, Chaulinec. Cerca del continente el grupo de Las Desertores: Tac, Chulín, Talcán. Frente a la Peninsula de Castro la isla de Lemuy, y Chelin y Quehui..

sábado, 17 de noviembre de 2007

LA ISLA DE LOS MUERTOS


En septiembre de 1905, doscientos obreros chilotes se embarcaban en las bodegas del vapor Dalcahue para viajar hasta la desembocadura del Río Baker. Iban a Bajo Pisagua, contratados por la Compañía Explotadora del Baker, para construir senderos, corrales, galpones, barracas y casas en los terrenos que el gobierno de Chile había entregado a esa sociedad ganadera.

El vapor Dalcahue de la empresa de navegación Menéndez Behety, se interna por los laberínticos canales patagónicos. Viaja entre boscosas islas despobladas, esquiva fiordos traicioneros, islotes plagados de cormoranes y patos liles. El ruidoso de trueno de sus motores espanta bandadas de cuervos marinos y gaviotas; centenares de focas y lobos de mar que asustados desde los requeríos se lanzan al mar.

En Bajo Pisagua el vapor desembarca su carga de obreros, herramientas y alimentos. El capataz, un inglés de nombre Williams Norris, ordena la construcción de una casa de administración, corrales, establos, un galpón de guardar los alimentos y las herramientas, y una barraca que será dormitorio y comedor de los peones.

Transcurren los meses derribando a hachazos enormes árboles, abriendo sendas por el espeso bosque, para hacer un camino que esquivando humedales y cerros llegue hasta el limite con Argentina, pasando por el Valle del Baker, y permita a las estancias de la zona del Chubut exportar lana y carne por la costa del Pacifico.

La alimentación a base de carne salada, tocino, arroz, porotos y harina; la falta de verduras y frutas frescas hacen que al tercer mes apareciera en los obreros los primeros síntomas de una extraña enfermedad. Moretones en piernas y brazos, hemorragias que indicaban daños gastrointestinales, sangramiento de encías, mareos, dolores de cabeza y una irritabilidad que hacia que cada día hubiera una o dos peleas a cuchillo entre obreros que pasaban la mayor parte del día acostados en sus literas de madera a causa de los dolores musculares y en las articulaciones. Los obreros de más edad decían que era una enfermedad producida por la sangre corrompida por su espesamiento a causa de consumir tanto alimento salado.

Pasaron los meses, y no llegaba ningún barco trayendo alimentos frescos. Los obreros permanecían en las barracas soportando los intensos fríos australes, los chubascos torrenciales, y las ventoleras intempestivas. El desanimo, y los dolores musculares les impedían continuar abriendo un camino que llegue hasta el límite con Argentina. El escaso alimento consiste en podridas salazones de bacalao, de vez en cuando alguien logra pescar algo, para olvidar esa masa de harina con gorgojos, tortillas mal cocinas entre las brazas de un fogón que permanece encendido día y noche. Las encías se ulceran y sangran, los dientes se caen.

Un día amanecieron muertos siete obreros y para prevenir el contagio de esa extraña peste, los obreros menos enfermos, los sepultaron en una pequeña isla ubicada en el delta del Baker. Nada más pudieron hacer que enterrarlos en ataúdes hechos con tablones de ciprés. Cierta vez fallecieron 28 obreros en un mismo día. A cada uno se le enterró en su tumba, con una cruz de ciprés sin escribir en ella su nombre. Tumbas desconocidas que hasta hoy permanecen en un cementerio de una pequeña isla en el delta del Río Baker, en la región de Aysén.

Por más de ocho meses los sobrevivientes permanecen aislados y abandonados en Bajo Pisagua, en las instalaciones de la Compañía Explotadora del Baker. La que iba a ser una prospera estancia ganadera, es un sitio donde casi un centenar de chilotes encontró la muerte. No llegan barcos, ni goletas que puedan sacarlos de ese infierno, ubicado entre el mar y la enrevesada selva húmeda, donde permanecen hasta que en octubre de 1906 llega un barco a rescatar a los pocos sobrevivientes. Desnutridos fantasmas sin dientes retornan a Chiloé, muchos mueren durante el viaje, otros alcanzan a llegar a morir en sus pueblos ubicados en la costa oriental de la isla grande. En Bajo Pisagua, en una pequeña isla, queda un cementerio, mudo testimonio de una tragedia. El misterio permanece en la Isla de los Muertos.

En la espesa selva austral, enmohecida de líquenes, entre las lianas de las enredaderas, y entre la espesura hermética de las plantas y helechos que crecen bajo los grandes árboles permanece este cementerio, un lugar enigmático, casi un centenar de tumbas hoy declaradas lugar patrimonial. Dicen algunos que es el cementerio de los obreros chilotes que fueron envenenados por la Compañía Explotadora del Baker para no cancelarles los salarios adeudados. Otros manifiestan que aquellos obreros murieron envenenados a causa de consumir alimentos contaminados con pesticidas de ovejas y corderos que en el barco se acumulaban en la misma bodega donde se transportaban los alimentos.

Hoy la Isla de los Muertos es Patrimonio Historico y un lugar de peregrinación turística a unos pocos kilómetros de Caleta Tortel, un pueblo de calles de madera, en las orillas del mar que es el único camino para viajar por la Patagonia Insular.

LA CASCADA DE TOCOIHUE

La primera señal fue una silenciosa quietud de aguas muertas después fueron las aves las que abandonaron la laguna. Transcurrido un tiempo las aguas se oscurecieron, y sin nadie darse cuenta sus orillas se fueron convirtiendo en ciénagas. Los indios huilliches que habitaban a orillas de la hasta entonces cristalina laguna murmuraban que lo innombrable habitaba en su profundidad. Es un huekufe dijeron los ancianos. Un monstruo había llegado a vivir bajo las aguas cristalinas, ahora turbias, de la laguna.

Para hacer que la naturaleza volviera a sus ritmos normales es necesaria la magia de un “Poudgten”, un indio machi que con conjuros y romancias pueda lograr una poderosa fuerza mágica para hacer que ese monstruo regrese al mar; dijeron los ancianos. Que de magias y misterios sabían por la tradición que heredaban de antiguas generaciones.

El “Poudgten” sentenció que el único conjuro con bastante fuerza mágica para alejar al huekufe de la laguna, era que una joven que no hubiera conocido varón fuera ofrecida en sacrificio. La elegida fue la hija del Lonko Tocoihue.

Una noche de plenilunio la hermosa niña fue sumergida en la laguna y el monstruoso huekufe destrozando montes, derrumbando cerros, huyó hacia el mar. Pero se llevó la laguna y hoy como mudo testimonio de esta leyenda queda la cuenca vacia, y en lo que fue el fondo de la laguna cruza un cristalino arroyo de aguas trasparentes y del acantilado que fueron las orillas de la laguna cae un hermoso “Traiguen”, la cascada de Tocoihue.

El zanjón que dejó la bestia que habitaba en la profundidad de ese barranco por donde se desborda la blanca cascada de Tocoihue, es el estero que va al mar. Dicen los más antiguos habitantes del lugar que cada cien años regresa la hermosa hija del lonko a bañarse en la cascada para mantener su eterna juventud, que es el secreto de esta cascada de aguas cristalinas.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

TERREMOTO DEL 22 DE MAYO DE 1960

El edificio Municipal destruido y la calle Lillo inundada en Junio de 1960.

El 22 de mayo de 1960, era un hermoso día de sol, en el estadio de Castro se jugaba la final del campeonato de fútbol de los barrios; cuando a las 15.05 se inició el terremoto más violento hasta hoy conocido. Un cataclismo de intensidad nunca antes medida, y con una duración de casi seis minutos. La gente no podía sostenerse en pie, las casas que no cayeron destruidas sufrieron graves daños. Hombres, mujeres y niños corrían por las calles dando gritos de terror y angustia, se abrazaban, sin conocerse, tratando de protegerse del terror que surgía invisible desde las profundidades de la Tierra.

Esa tarde se escuchó un espantoso ruido, un ruido mortal avanzando bajo tierra, entonces, los miedos escondidos aparecieron, y nada, ni nadie pudo disimularlos. En esas horas de desgracias, había que correr, gritar, esconderse del terror desconocido destructor de vidas, huir del desamparo de enfrentar solos el miedo, la angustia de saber que un ser invisible llegaba oscureciendo todo.

Las horas más amargas marcaron la vida, las casas fueron destruidas, las calles y veredas desaparecieron en medio de altas llamas y humo espeso, el mar derribó sus murallas, y creció sin fronteras, los pájaros, huyeron, aterrados por el enorme fantasma del miedo.

El miedo, es fantasma indescriptible, es creer que no existe esperanzas para nadie, es sentir el mundo deshacerse. Pero en medio de los lamentos la gente recuperó la solidaridad. Toda calamidad es pasajera.

Cuando en los medios de comunicación y textos de historia se habla del terremoto de 1960, se refieren al terremoto ocurrido en Valdivia el 21 de mayo. Un enjambre de temblores de magnitud ocho. Pero se olvidan que al día siguiente se desató la furia telúrica hasta hoy nunca repetida en la historia de la humanidad. Doce terremotos simultaneaos destruyendo las costas desde Concepción hasta la Península de Taitao. Ese día un sismo de magnitud 9.5, el más grande terremoto hasta hoy medido, asoló la isla grande de Chiloé. El posterior Tsunami llevó la destrucción hasta la otra orilla del mundo. En Isla de Pascua la enorme ola destruyó monumentos arqueológicos, en Hawai dejó 61 personas muertas, y 122 en Japón.

Castro, Calle Serrano casas destruidas por la violencia del terremoto


lunes, 12 de noviembre de 2007

EL INCENDIO DEL AÑO 1936

A principios de abril del año 1936 los vecinos de Castro, desesperanzados vieron arder sus casas, sin que nada pudieran hacer para detener ese incendio que quemó casi un centenar de casas. Semanas antes quienes vivían en la calle que unia la plaza de armas con el desembarcadero de la playa vieron salir del mar un monstruo que lentamente comenzó a subir la cuesta que era esa calle de almacenes, tiendas y ferreterías. Este animal parecía ser un lobo marino pero era mucho más grande y de cabeza puntiaguda. Atemorizada la gente cerraba puertas y ventanas con gruesos troncos de leña para que el monstruo de fea cara arrugada no entrara a las casas.

Este desconocido animal subió hasta la mitad de la cuesta, se detuvo, lanzó un inmenso rugido y comenzó a descender para otra vez irse a sumergir en el mar. Desde esa tarde la gente comenzó a murmurar: “Algo malo va a pasar, los animales del mar no salen sin una razón”. El presagio andaba rondando. El tótem había avisado a su tribu. Semanas después comenzó el mas grande incendio que se recuerde, sin considerar el causado por el terremoto del año 1960. Con ese incendio desapareció lo más original arquitectura de Castro.

LOS VELEROS AL FINAL DE CALLE BLANCO


Hasta bien entrado el siglo veinte, veleros, botes y lanchas a motor se ocupaban de transportar gente y cosas desde una isla a otra, de una a otra orilla de la bahía.

En esos días que se quedaron en sombras, el varadero de los botes, lanchas y chalupones estaba al final de calle Blanco. En la bajamar parecían recostados cetáceos varados en la playa pedregosa y verde de lamilla. Eladio Vera decía que cuando niño siempre que iba a la escuela se venía por calle Lillo mirando lanchones mojados y a sus madrugadores tripulantes compartiendo un mate, una ulpada de harina tostada o una taza de café graneado. Una humeante tortilla horneada en el rescoldo del fogón que ardía en el estomago de esas misteriosas naves. En la vidriada humedad de la mañana veía gente desembarcar desde angostos botes, y de las presurosas lanchas de ruidoso motor. Un día contó más de veinte.

En aquellos años la ciudad no parecía ser de este mundo. La isla era un mundo distinto dentro de este mundo. Los botes iban y venían de una orilla a otra, trayendo gente desde Tey, Quilquico, llevando gente a Yutuy, Chañigue, Rauco. Lanchas navegaban los paisajes desde Curahue, rilan, Chonchi, La Estancia. Veleros sin prisa traían la abundancia en los colores grises de sus velas, llegaban desde Achao, Apiao, Quehui, Puqueldón, Chelín. No había horarios, ni horas de salida, apuro por embarcarse, ni hora de llegada. Nada más que el destino escrito por las mareas y los vientos.

BUSCADORES DE ORO


Rigoberto Nain se pasó la vida lavando arena en Carelmapu. En esos andares encontró de todo pero lo único que nunca halló fue precisamente aquello que anduvo buscando: oro.

Removió arenales a orillas del Canal de Chacao, y con paciencia de santo juntaba granitos, que brillaban en la arena negra, para hacer pelotitas de oro que después vendía en Carelmapu a un comerciante que como de lastima te estuviera haciendo un gran favor la pesaba en una balanza; como si estuviera pesándole a uno las ilusiones o las frustraciones, y los malos días que te atravesaban el animo y sembraban en la mente la idea y las ganas de vender campo y casa; y marcharse a la Patagonia.

lunes, 5 de noviembre de 2007

UNA PLANTA DE LA PREHISTORIA


Dentro de un balde de plástico que fue envase de algún pesticida, de esos que se usan en la industria salmonera cuando los salmones encerrados en sus jaulas se contagian de piojos marinos, se muestran las nalcas que se venden en la feria campesina de Castro, Chiloé. Conocer la nalca no es cosa de llegar y ver. Esta planta de enorme hoja parece ser propia de un paisaje prehistórico. El paraíso perdido habitado por dinosaurios es el ambiente más adecuado para el “pangue”, planta cuyo tallo los huilliches, desde Valdivia al sur, llaman Nalca. Su engrosada raíz se denomina “depe”, y es usada para teñir la lana de la artesanía tradicional chilota.

Su hoja, un enorme, y áspero paraguas, se denomina pangue, gunnera chilensis le dicen los botánicos, y es usada para tapar el más tradicional de los platos de la gastronomía de Chiloé; el Curanto en hoyo. El tallo es la nalca, y en verano se come con sal. Las nalcas primerizas aparecen en primavera, llegan desde las islas del archipiélago interior, donde las temperaturas son más estables. Hoy las nalcas se venden para ensalada.

TESOROS DE LA COCINA CHILOENSE

En la fotografía aparecen los tesoros de la cocina chiloense, de izquierda a derecha. Los milcaos cocidos al horno y que en su corazón esconden carnudos chicharrones de cerdo. En la bandeja de acero se muestran rescoldados trozos de apetitosa chochoca, una masa de papas hervida y molida mezclada con chicharrones molidos, “yide”, que es enrollada en un enorme uslero de luma y cocida a las brasas, detrás enrolladas, quietas y humildes se ven las prietas engordadas de sangre de cerdo, arroz, coles (repollos tiernos) y gordura. Luego vienen las dulces empanadas de manzana chilota, y detrás del pan de huevo, un amarillo pan de miga tierna cocinado en el estómago de las estufas a leña, se amontonan las bolsas de polietileno conteniendo las dulces roscas fritas en manteca. A la derecha amarillas y redondas tortillas de papas y más insulares chilotanos milcaos “entapados”, dice la gente antigua porque en su centro como un volcán en erupción aparece un bosque de carnosos chicharrones de cerdo. En la última mesa, entre un montón de empanadas de manzana y redondas roscas están las terrenales tortillas de rescoldos. Ese pan de nuestros abuelos que hoy ya no es el cotidiano pan de las onces chilotas con su oscuro y espeso café de higo brotando como cascada de la cafetera con su bolsa de paño de colar la mezcla de higo y café molido. Hoy el áspero gusto de la tortilla de rescoldo, cocida entre la arena y las cenizas de una cocina de fogón, nos lleva a lo tiempos de nuestros abuelos y a esas amables casas de altos ventanales de pequeños vidrios y acogedoras puertas, de cuatro hojas, siempre abiertas al horizonte de la bienvenida.
VOCABULARIO PARA PURISTAS DEL MAPUDUNGUN CHILOENSE
CHOCHOCA: Pan hecho con masa de milkao; con dicha mezcla se revista un palo, tipo uslero gigante, y se coloca al calor de las brasas, para asarlo.
CHOCHOQUERO: Madero cilíndrico de unos 15 cms. de díametro y de un metro y medio de largo aproximadamente, semejando a un uslero gigante, en el cual se adhiere la chochoka.
MILKAO: Pan hecho de papas ralladas, manteca, chicharrones y yides. Existen de diversas formas, tamaños y sabores, según su preparación e ingredientes. Se cocinan fritos, hervidos, al horno o al rescoldo.
Etim. MELKAYÚN "Resbalar" o MELKAGEN "Ser o estar resbaloso".

Como la perfección no es una cualidad humana, y este blog se construye de oidas y a pensamiento libre, siempre existe la posibilidad de andar haciendo QUICHIQUICHO; andar cojeando, saltando en un pie a modo de juego.

ALIMENTOS DEL MAR NUESTRO DE CADA DIA

EL COCHAYUYO

El cochayuyo lo traen desde las agrestes playas de Cucao, en la costa del Océano Pacifico. Atados de cochayuyo, blancos de sal y del mucho tiempo de estar guardados. En el suelo dela Feria Campesina se ven los almudes llenos de papas de distintas variedades. Se cree que existen más de 300 variedades de papas originarias de Chiloé. He aquí algunos nombres: pie, lengua de vaca, zapatota, nalca, ñocha, coraila blanca, coraila colorada, bruja, chona, poto azul, guinca, curichague. No existe comida chilota que no lleve papas en su preparación.

CHOGAS SECAS

Primitivos paquetes de cholgas secas cuelgan en los puestos de la Feria Campesina. Los paquetes se dividen en tres “sartas”, y una “sarta” son cuatro patas de cholgas secadas al humo de los fogones. Una pata de un paquete de cholgas son ocho cholgas ahumadas y ensartadas en un junquillo.

La cazuela de cholgas secas es uno de los tantos platos de la gastronomía chilóense. Un humeante plato de caldo con una redonda papa nueva, trozos de repollo, zapallo, zanahorias y el oceánico sabor de las cholgas mariscadas en las Guaitecas, en Lemuy, en Quehui, o en Dalcahue.

PAN DE LUCHE

En otro puesto de la Feria Campesina se ofrecen panes de luche, y en envases de plásticos encerrada se muestra la cristalina miel de ulmo, y detrás dos columnas de blanca manteca de cerdo.

El luche en los días de baja mar se saca de las rocas, y se lleva secar sobre el collín de la cocina fogón, un enrejado de varas de luma. Una semana después se hacen cuadrados panes color verde oscuro que se venden en mitades y cuartos. En los días de verano o a la entrada del otoño disfrutar los sabores de una cazuela de espinazo de cordero con luche y papas nuevas es un prodigio que no se da en otros mundos que no sea la cocina de una familia chilota. La tierna y trasparente lámina de verde luche, le da un sabor de mar a la carne de cordero nuevo, y la redondez de las tiernas papas primerizas recién sacadas de la huerta entregan a este plato de la gastronomía chilota una mezcla de sabores que nunca jamás los artificiales cocineros de los programas culinarios de la televisión podrán imitar para pintar con ellos sus escuálidas comidas donde la abundancia es un pecado mortal.

NAVAJUELAS SECAS

En la década del ochenta por Chiloé aparecieron las empresas japonesas, y entregaron algunos motores y asesorías a liceos técnicos mientras secaban los mares insulares con la pesca de arrastre y erosionaban las playas llevándose cuanto marisco pudieran envasar y vender en los mercados de Tokio y otras ciudades del Japón. Por esa explotación irracional de los recursos marinos la navajuela hoy es un bien escaso, por eso cuando una dueña de casa de Chiloé, en la feria campesina llega a encontrar navajuelas frescas no duda en comprar uno o dos kilos de ese bien terrenal que antes, mucho antes cuando aun la economía de libre mercado no llegaba por estas geografías se compraba por almudes.

Disfrutar de un plato de empanadas fritas de navajuelas frescas, aliñadas con un “pichintun” de rojo ají, y acompañado del suave aroma terrenal de un vino blanco, es una mezcla de sabores que hacen comprender cual es el verdadero sentido de gozar la vida.

SALMONES OREADOS

Llegaron los salmones y fue el sálvese quien pueda, desaparecieron los robalos, las guelcas, los coldes, las sierras, los lenguados, las corvinas y chancharos, y los nerudianos congrios y las merluza aparecen cuando los depredadores escapados de sus cárceles se descuidan o andan enamorados persiguiendo a sus salmonas. Pero el chilote, ese que explotaron en las estancias de Magallanes y de agradecimiento le dieron poblaciones marginales, aquel que murió en las salitreras sin que nadie rescatara su nombre, el que fue asesinado en la huelga grande de la Patagonia y ni siquiera dijeron existió. El chilote que siempre ha trabajado para hacer la riqueza de otros, es creativo, y tiene en su alma el instinto de supervivencia. Si los otros, los intrusos que se adueñan del mar y de la tierra trajeron las jaulas con salmones y los sueldos de hambre, y los salmones exterminan a los peces de estos mares. Pero el habitante insular dijo hagamos del salmón nuestra comida; y el chilote pescó salmón, aunque los políticos y sus leyes anden diciendo otra cosa, el salmón fuera de las jaulas es un peligro libre, el chilote los pescó, secó, ahumó y ese pescado extranjero apareció en su cocina. Hoy el salmón se consume oreado, como se muestra en la fotografía, se mantiene ahumado para en el invierno cocinarlo en el horno de las estufas a leña, dormido es asado al horno escondido bajo el cilantro y las torrejas de queso y longaniza, o es un estofado dentro de una olla con pedazos de zanahoria y redondas papas del huerto. En las tardes de amistad y fútbol es cancato o sea asado al palo sobre las brasas de una hoguera de carbón de luma, y en su funeral lo acompañamos con un buen vino conversado y reído hasta bien oscuro cuando el Caleuche comienza a aparecer en nuestros sueños.

EL ALMUD

Estos rústicos cajones de madera, llenos de coloradas zanahorias y entierradas papas chilotas, son los almudes y tienen mucha historia, existían antes que Colón descubriera América. El Almud es un muy antiguo patrón de medida de capacidad que durante la época colonial era el sistema de medición más importante y usado en el comercio de papas, zanahorias, arvejas, trigo, avena, mariscos, etc. En Chiloé todavía es de uso cotidiano; si bien en su origen es de procedencia árabe: “al-mudd”; fue llevado a la península ibérica durante la invasión musulmana. Actualmente en Chiloé este paralelepípedo de madera tiene una capacidad de entre seis y ocho litros.

Sentarse sobre un almud atrae pobreza.

LA FERIA CAMPESINA DE CASTRO



Los Sábado son los días de ir a la Feria Campesina, en Castro, un largo caserón de techo de alerce hasta donde llegan los campesinos a ofrecer los productos del campo, las papas vendidas en los almudes, esos cajones de medir papas, zanahorias, arvejas y otros productos de su huerta que son su comercio y medio de subsistencia. Hasta Castro llegan los campesinos de Llaullao, la Chacra, Putemún, Tongoy, Nercón y otros villorrios de los alrededores trayendo los mariscos sacados de las playas, los pescados que en la noche quedaron en las redes que hoy reemplazan a los antiguos corrales de pesca, y las dueñas de casa llegan trayendo las comidas tradicionales de Chiloé, hechas en los hornos de las estufas a leña en las hogareñas cocinas de las casas chilotas.

A la entrada del edifico se ofrecen Milcaos, de dos clases, fritos en manteca y al horno. El milcado es un pan, cuya masa es mezcla de harina y papa, papa rallada y estrujada para sacar el chuño y papa cocida y hecha puré. Esta masa se rellena con chicharrones de cerdo y se cocina en el horno de las estufas. Tortillas de papas, un pan hecho de harina y papa cocida y molida. Empanadas de manzana chilota, roscas dulces encerradas en bolsas de nylon, sopaipillas fritas en manteca de cerdo, pan de casa cocido en el horno de la estufa a leña., tortilla de rescoldo cocinadas entre la arena y la ceniza de la cocina fogón.