jueves, 25 de octubre de 2007

LA TUMBA DEL PIRATA


A fines del siglo XIX pasaban muchos barcos por Chiloé, eran los que no naufragaban en los laberintos de la Patagonia Insular. Iban llevando madera, guano, jamones, oro. Venían trayendo carbón piedra para los ferrocarriles de North un inglés que compró a precio de lástima las salitreras. Esos barcos naufragaban cuando el carbón encerrado en sus bodegas iniciaba una combustión espontánea. Veleros y goletas isleñas llevaban estacas, tablones y durmientes de ciprés para las salitreras del desierto de Atacama y su ferrocarril que recorría oficinas llevando obreros. Barcos balleneros recalaban en Ancud y de casualidad en Castro.

Charles Richard de Darmouth, Desvonshire, debió ser oficial en alguno de esos barcos ingleses que de casualidad aparecían por Chiloé, murió en Castro en septiembre de 1888, a los treinta y tres años, por alguna de las tantas fiebres con que en esos años se disfrazaba la muerte.

Hoy gente piadosa cuida su tumba, le lleva flores, es una anímita, alguien que nadie nunca conoció. Para la gente de Castro es la tumba del pirata que nunca fue pirata.

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